A modo de presentación

Bourdieu dice que todo discurso científico es, o bien crítico, o bien cómplice.

Sin embargo, estamos acostumbrados a escuchar hablar sobre La Ciencia, dueña de La Verdad universal, absoluta. Objetiva.

La ciencia, dicen, no se ocupa de cosas mundanas. Pasa su manto inmaculado por encima de lo terrenal, no sabe de cuestiones sociales o económicas. No señores, porque La Ciencia se dedica a cosas Exactas, a cosas completamente objetivas, es independiente de los azarosos vaivenes de la historia, es absolutamente libre de hacer lo que le da la gana en pos de esa sabiduría que solo ella puede conseguir. O al menos eso es lo que estamos acostumbrados a escuchar, no solo en los medios de comunicación masiva (de quienes sería esperable), sino de la misma comunidad científica y académica.

Por eso los estudiantes de carreras relacionadas solo se preocupan por el final del mes que viene, no importa si ese final se hace al aire libre porque se cayó el techo, en medio de una fuga de gas, o sin docentes, porque se murieron de hambre. Ellos están convencidos de que la política no es capaz de manchar su carrera o, mejor dicho, que su carrera no tiene lugar para la política.

Que la ciencia hace lo que tiene que hacer, y que después está en manos de los gobiernos hacer de esa investigación algo bueno o algo malo. Que la ciencia investiga lo que tiene ganas.

Y, sin embargo, esta idea es totalmente errónea. Volviendo a lo que mencionábamos al principio, esta manera de hacer ciencia es cómplice, no crítica.

La ciencia no hace lo que quiere. No es dueña de una Verdad objetiva y universal. Se investiga siguiendo políticas determinadas, se investigan los temas que le interesan a quién financia la investigación –y la mayor parte de las investigaciones provienen del sector privado-.

Así, en nuestro país se investigan temáticas que responden más que nada a intereses foráneos. No solo los profesionales emigran para aplicar sus conocimientos en el Norte (allá donde sí reciben un sueldo… digno), sino que quienes permanecen aquí terminan haciendo lo que los laboratorios privados permiten.

No se investigan las problemáticas más urgentes. No se investiga el mal de chagas. No se investiga la desnutrición.

Entonces, no seamos tan ingenuos de pensar que la política no toca la ciencia: lo social atraviesa lo científico de lado a lado, y le da diferentes matices según de dónde la ataque.

Cada vez que se arenga afirmando que la ciencia es neutral, se está mintiendo descaradamente.

Cabe preguntarse para qué y para quién se hace ciencia. Si no hay feed back con la sociedad que está del otro lado, no hay ciencia. Si no hay un propósito claro, la ciencia se convierte en cientificismo, una descontrolada carrera para ver quién publica más papers, que lleva a que entre profesionales que deberían ser colaboradores, se escondan cosas.

De hecho, cualquier investigador que desee obtener financiamiento para su proyecto, debe informar minuciosamente qué resultados espera obtener del mismo. Qué utilidad social tendrá, aunque sea a largo plazo. Desde el momento que hablamos de utilidad asumimos que la ciencia no escapa al plano socioeconómico.

La ciencia, como cualquier construcción social, se ajusta a algún modelo. Y el modelo que viene imperando, salvo raras excepciones, es el modelo neoliberal que arrastramos desde hace varias décadas, caracterizado por la indiferencia, el individualismo y el vaciamiento de las instituciones.

Nosotros creemos que la ciencia debe servir a la sociedad y no reconocer intereses ajenos. Que debe seguir un modelo inclusor, un modelo que plantee como prioritarias las cosas más urgentes que la sociedad marca.

Creemos que las instituciones deben formar científicos comprometidos, críticos, concientes del lugar que la ciencia debe ocupar, consecuentes con el modelo al que aspiramos, creemos que es indispensable democratizar el acceso al conocimiento.

Proponemos por eso abrir el debate en trono a esta problemática siguiendo el camino abierto por pensadores como Oscar Varsavsky y Almílcar Herrera, sabiendo que replantearse estas cosas no es algo nuevo ni mucho menos un reflejo de algo imposible.

Que el cambio en la manera de ver la ciencia es parte del cambio que debe darse para lograr una sociedad más justa que contemple las necesidades de las mayorías.

Creemos en un modelo de ciencia subvertor de dogmas e ideas preestablecidas, cuestionador y crítico frente a una realidad que pretende desideologizar todo lo que puede.

Para ello está pensado este espacio: para hacer de nuestro pensamiento verdaderamente crítico, y proponer qué rol debe asumir la ciencia en el contexto que nos rodea.

Se aceptan propuestas.